Pelamos una cebolla bien grande, y la dejamos sumergida en agua un rato antes cocinarla para que luego no pique mucho.

Mientras, vamos preparando el rebozado. Las cantidades las suelo ir añadiendo a ojo.

Echamos para empezar medio vaso de harina, y vamos añadiendo cerveza y removiendo bien, hasta crear una masa ni espesa ni líquida (podemos ir añadiendo harina y cerveza en función de lo que queramos conseguir). Mientras menos espesa, más ligeros nos saldrán los aros, pero si sale demasiado líquida no ligará bien la masa a la cebolla. Añadimos sal, y alguna especia al gusto (perejil, orégano, etc). Yo personalmente no añado ningún aditivo.

Ponemos aceite abundante en una sartén grande, y mientras se calienta, vamos cortando la cebolla en aros no muy gruesos.

Vamos pasando los aros por la masa, empapándolos bien y cogiéndolos con un tenedor para ir poniéndolos en la sartén escurriendo la masa sobrante.

Les damos la vuelta cuando estén doraditos, y los vamos poniendo en una fuente cubierta con papel de cocina para absorver la grasa sobrante (luego quitaremos este papel).

Una vez fritos todos los aros, volvemos a añadir sal al gusto (con sal maldon quedan muchísimo mejor)

Gracias a la cerveza, conseguimos una masa más ligera que se adhiere mejor a la cebolla.

Es un acompañamiento perfecto para hamburguesas, sandwiches, perritos, etc.